Memorabilia. La memoria como contenedor de experiencias arquitectónicas
La memoria como contenedor de experiencias arquitectónicas
...Y la memoria como contenedor de experiencias arquitectónicas
propias que pasan a formar parte del archivo de la experiencia creadora y que
nutrirán más tarde a otros proyectos. Estas experiencias arquitectónicas se
remontan a la propia biografía del arquitecto. En este sentido Zumthor, expresa:
“Las
raíces de nuestra comprensión de la arquitectura residen en nuestras primeras
experiencias arquitectónicas: nuestra habitación, nuestra casa, nuestra calle,
nuestra aldea, nuestra ciudad y nuestro paisaje son cosas que hemos
experimentado antes y que después vamos comparando con los paisajes, las
ciudades y las casas que se fueron añadiendo a nuestra experiencia. Las raíces
de nuestro entendimiento de la arquitectura están en nuestra infancia, en
nuestra juventud: residen en nuestra biografía”. [1]
A medida que la experiencia profesional se va desarrollando en
el transcurrir de biográfico del arquitecto la memoria se nutre, además, de sus
propias experiencias creativas: las ideas y desarrollos de los proyectos ya
cerrados quedan almacenadas en la memoria, como parte del archivo propio. De
manera que podría decirse, tal y como expresan Le Corbusier y Jorn Utzon, que
el trabajo del arquitecto no se pierde. Escribe Utzon:
“Los
métodos de trabajo de los arquitectos son muy variados. El cerebro humano está
estructurado de manera que puede proponer simultáneamente diferentes soluciones
a problemas y evaluarlas. Pero el trabajo arquitectónico creativo es de una
naturaleza tan complicada que, para obtener resultados satisfactorios, es
necesaria una gran cantidad de dibujos y maquetas. Podría parecer que gran
parte de ese trabajo se desperdicia; en el proceso de depuración y entrelazado
de las diferentes partes y funciones de un edificio, normalmente se trabaja con
tantas alternativas (para conseguir la correcta) que el trabajo que podría
tirarse a la basura puede alcanzar el noventa por ciento del total. En lugar de
lamentarnos por ese material sobrante, podríamos compararlo con la abundancia
derrochadora de la naturaleza. Le Corbusier expresó esto mismo de un modo
reconfortante: El trabajo del arquitecto
nunca se pierde: el trabajo sobre cada edificio contiene algo para el siguiente”[2].
Mansilla y Tuñón también han hecho referencia a este almacén,
a
este contenedor de ideas arquitectónicas, y así han expresado su deseo de
fabricarse
una “biblioteca de ideas” [3],
donde se almacenaran tanto las experiencias de proyectos anteriores como las
adquiridas de proyectos ajenos: recuerdos, imágenes, arquitecturas visitadas...
susceptibles de convertirse posteriormente en ideas generadoras
de proyectos.
Y en el mismo sentido, Quaroni, incidiendo sobre la importancia
de que ese almacén esté lleno, apunta la necesaria adquisición de experiencias
y cultura arquitectónicas que lo llenen:
“El problema es relativamente sencillo
cuando " el almacén" está lleno y cuando en él se encuentran ideas
adecuadas a la trasposición, a una transposición que no sea ni demasiado brutal
ni demasiado superficial. Pero a menudo, cuando la experiencia es poca, es
necesario provocar la memoria y las facultades cerebrales a través de la
sensibilización que se obtiene mirando y penetrando..."[4]
De la tesis doctoral:
Los inicios. El dibujo como pensamiento de la arquitectura: Bocetos
Ana Yanguas Álvarez de Toledo
[1]
Peter Zumthor. Pensar la arquitectura.
Gustavo Gili. Barcelona. 2004.
[2]
Jørn Utzon. “Conversaciones con estudiantes”, en Puente, Moisés. Jørn Utzon Conversaciones y otros escritos.
Gustavo
Gili. Barcelona, 2010.
[3]
Moreno Mansilla, Luis y Tuñón Álvarez, Emilio. Conversaciones de viaje. Ediciones Asimétricas. Madrid, 2010.
[4]
Quaroni, Ludovico. Proyectar un edificio.
Ocho lecciones de arquitectura, p. 58.
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